En la última aparición pública antes de su fallecimiento, el expresidente uruguayo José Mujica dejó un mensaje profundo que resonó en el corazón de quienes se congregaron para conmemorar los 40 años de democracia en Uruguay. Este acto, celebrado el pasado 27 de marzo, contó con la presencia de otros líderes políticos del país, incluyendo expresidentes y autoridades actuales. Mujica, a sus 89 años, se mantuvo fiel a su estilo auténtico y directo, utilizando su voz para abogar por la solidaridad en un momento donde el bienestar de muchos parece estar en riesgo.
Durante su discurso, Mujica cuestionó abiertamente el sentido de la vida y el deber cívico de la sociedad. “¿Para qué vivimos si somos incapaces de sacrificar un poco de bienestar en favor de tanta gente jodida?”, preguntó con un tono que evocaba la preocupación por aquellos más vulnerables. Este enfoque provocador subrayaba su constante defensa por los derechos de los que menos tienen, reafirmando su creencia de que la democracia no solo se mide por el sistema político, sino por la justicia social que debe acompañarla.
El expresidente, conocido por su humildad y enfoque en la ética política, apuntó que la solidaridad debe ser un sentimiento colectivo y no una mera respuesta emocional. “Sé que las cosas no se arreglan con lástima”, advirtió, enfatizando la necesidad de acciones concretas que transformen un deseo de ayuda en cambios tangibles. Su discurso resonó entre los asistentes, quienes aplaudieron y vitorearon sus palabras, mostrando el respeto y cariño que se había ganado a lo largo de su trayectoria política y personal.
Mujica no solo fue un líder en tiempos de crisis, sino también un símbolo de la lucha por los derechos humanos y la dignidad de los ciudadanos. Su participación en este acto refleja su compromiso inquebrantable hacia una sociedad más equitativa. La celebración de la democracia, que por sí misma es un acontecimiento significativo, se vio enriquecida por su presencia y sus palabras, recordándonos que el verdadero propósito de la vida democrática es cuidar de todos los ciudadanos, especialmente de los más desfavorecidos.
La muerte de José Mujica, ocurrida el martes pasado, deja un legado imborrable en la historia de Uruguay. Su insistencia en la construcción de una sociedad más justa será recordada y serviría como guía para las futuras generaciones. En sus últimas palabras, Mujica nos recordó la esencia de la política: no solo gobernar, sino cuidar y elevar a aquellos que más lo necesitan. Su legado sigue vivo y se convierte en un llamado a la acción para todos aquellos que creen en la verdadera democracia.